A causa de su situación económica, Antoni Gelabert no pudo nunca dedicarse por completo a la pintura, aunque ello no impidió que se convirtiera en uno de los pintores mallorquines más importantes de finales del siglo XIX y del primer tercio del XX. Su obra, de carácter modernista, opuesta al academicismo, experimenta una evolución estilística fruto de sus viajes a Barcelona, donde entra en contacto con el modernismo, y a París, donde asimila el simbolismo, la corriente sintetista y el neoimpresionismo. También son importantes las influencias de artistas que residen en la isla: Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, William Degouve de Nuncques y H. Anglada–Camarasa. La temática abarca los paisajes mallorquines de Sóller, Deià, Pollença, marinas, retratos, y los paisajes urbanos de la ciudad de Palma. Expone por primera vez en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid (1901) y en Barcelona realiza su primera individual en la Sala Parés (1902). No será hasta 1904 cuando tiene lugar la muestra celebrada en el Círculo Mallorquín de Palma, que suscita diversidad de opiniones sobre su obra. El reconocimiento no le llegó hasta después de su muerte.
N.A. /E.B.