Jorge Oteiza fue el renovador de la escultura en el Estado español e internacionalmente uno de los escultores más destacados del siglo XX. En sus inicios, sus obras eran bloques compactos que evolucionaron, después de una estancia en Latinoamérica y, sobre todo, por la influencia de Moore, hacia una escultura más liviana, hasta conseguir el vacío. Su gran encargo le llegó en 1950, cuando obtuvo por concurso la realización de las esculturas para la Basílica de Aránzazu, si bien no quedaron instaladas hasta 1969. En 1959 declara su renuncia a continuar su trabajo en torno a la escultura para dirigir su interés hacia el pensamiento teórico, la política y, sobre todo, la identidad nacional del País Vasco. Obtuvo el premio internacional de escultura en la IV Bienal de Arte de São Paulo de 1957.
C. J.