Tabula Rasa o la (im)posibilidad de construir una generación

Toda generación se ve comprometida entre la herencia de lo que aprende de la generación anterior y la necesidad de crear unas normas propias, una nueva visión del mundo, una voluntad de hacer su aportación. En el mundo del arte, habitualmente, el paso de una generación a otra conlleva notables cambios en la producción artística, animados por la propia estructura del mercado y por la crítica. Esta transición da lugar a luchas de poder, tal y como explica Pierre Bourdieu: “Por una parte, se encuentran las figuras dominantes, que desean continuidad, identidad, reproducción; por la otra, los recién llegados, que desean discontinuidad, ruptura, diferencia, revolución. «Hacerse un nombre» significar dejar la huella de uno mismo, y alcanzar así el reconocimiento (en ambos sentidos) de la propia diferencia respecto de los demás productores, en particular de aquellos que están más consagrados.”
 
Por ello, la generación de artistas emergentes no puede más que observar su práctica artística desde una perspectiva que les permita huir del peso de la tradición y los referentes que le han dado forma, pensar de nuevo la realidad que les rodea, el arte y su propia condición como artistas desde un punto cero. Con referentes, experiencias y aspiraciones diferentes, podemos ver la obra de los jóvenes creadores bajo el prisma de tabula rasa, el papel en blanco sobre el que se escribe partiendo de la nada o, siguiendo la concepción de John Locke, la fundación del conocimiento a partir de la experiencia. No obstante, los artistas no crean a partir de la nada, el peso de la historia y las influencias recibidas evitan que el papel sobre el que escriben sea completamente blanco. La tabula rasa es, por tanto, más bien una toma de posición, un deseo de comenzar de nuevo. También el hecho de pertenecer a una generación resulta un concepto difícil: ¿qué rasgos comunes comparten un conjunto de artistas nacidos en una misma zona geográfica con pocos años de diferencia? Posiblemente menos de los que cabría esperar, dado que nos encontramos en un mundo hiperconectado en el que la movilidad, física y mental, de cualquier individuo puede llevarle a recibir influencias muy diversas. ¿Qué es entonces una generación y qué aportaciones puede hacer?
 
Tabula rasa o la (im)posibilidad de construir una generación es un proyecto curatorial de Fernando Gómez de la Cuesta y Pau Waelder cuyo objetivo es examinar y presentar en el ámbito internacional el trabajo de la joven generación de artistas de las Islas Baleares. Esta selección formada por la obra de veintiún artistas nacidos a partir de 1981 en nuestra comunidad establece un ilustrativo panorama de la fuerza creativa de una generación que crece superando la insularidad y abriéndose a las influencias y las conexiones con el mundo entero. Una generación de artistas que dan voz al arte contemporáneo en nuestras islas y han alcanzado tal nivel de excelencia en su trayectoria que les permite dialogar con el panorama artístico internacional.
 
El proyecto se articula como una serie de exposiciones colectivas que tendrán lugar en Es Baluard Museu d’Art Modern i Contemporani de Palma (Mallorca), MUU Kaapeli (Helsinki, Finlandia) e Hilvaria Studios (Tilburg, Países Bajos). También se ha editado un libro y un archivo de artistas emergentes que pueden consultarse en el sitio web tabularasa.iebalearics.org, núcleo de difusión y documentación de la propuesta.

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Temporales
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27 de junio de 2014 → 21 de septiembre de 2014
Comisariado: Fernando Gómez de la Cuesta i Pau Waelder

Exposición producida por:

Artistas:
Irene de Andrés, Joan Bennassar Cerdà, Arantxa Boyero, Lara Fluxà, Bel Fullana, Neus Marroig, Adrián Martínez, Jaume Orejuela, Julià Panadès, Albert Pinya, Tomás Pizá, Natxa Pomar, Cristòfol Pons, MariJo Ribas, Antònia del Río, Bartomeu Sastre, Isabel Servera, Javier Siquier, Las tAradas (Mariaema Soler i Marta Fuertes), Sara Tur.